domingo, 12 de abril de 2015

PREMIOS BÚHO 2013

                          -LUZ GABÁS
        -ANA SOMOZA Y MARTA RIVERA
                        -LIBRERÍA PARÍS
                 -EMILIO QUINTANILLA
                   -JULIA ESCORIHUELA                                       (Bibliotecaria de Aliaga)


                                 GLOSAS




LUZ GABÁS, "PALMERAS EN LA NIEVE"  ( 25-4-2013)
Por Ángel HERNÁNDEZ MOSTAJO

Hola, Luz Gabás. Luz Gabás Ariño, porque tienes madre, la señora que, tan hueca, y tan guapa,  está sentada a tu lado.
Comprenderás que no puedo hacer una glosa estándar de tu novela "Palmeras en la nieve". Compro el libro, abro la tapa, y lo primero que me encuentro es un documento de identidad con una fotografía. Y ¡no me lo puedo creer!, allí está mirándome de frente Francisco Gabás, tu padre. Sí, allí dice que es un tal Kilian Rabaltué Mata. Puede decir lo que quiera, pero ese es Francisco Gabás, Paco Gabás, la persona con la que trabajé hombro con hombro varios años en mi añorada Monsanto Ibérica, de Monzón. Lo recuerdo por muchas cosas, pero sobre todo, recuerdo un día en que tirábamos los dos de una misma manguera contra incendios luchando contra la maleza del río Cinca que bajaba ardiendo y porfiaba  por entrar en la fábrica, llena de tanques con productos inflamables...
Pero, bueno, volvamos a las "Palmeras en la nieve", esa novela cuya primera edición es de mayo de 2012 y de la que está a punto de lanzarse  la reimpresión número 17,  y lo que te rondaré, morena. Vienes de Barcelona y vas a Valladolid, con tus presentaciones.
La solapa del libro resume tu interesante biografía,  pero no cuenta, por ejemplo, que ya en el instituto quedabas siempre la primera en las redacciones en inglés. Ni mucho menos dice que en la universidad participabas en un grupo de teatro e incluso te atreviste a hacer de Rita Hayworth...
Para los que aún no la han leído, si hay alguno o alguna que no lo haya hecho, les recomiendo comenzar la lectura, no por el principio, sino por la página 721 y ss.  Y a continuación abrumas  con tu extensa  relación de textos manejados por ti sobre geografía, historia, economía, política, cultivo del cacao, religión y traducción bubi, lingüística y producción literaria relacionada con Guinea Ecuatorial. Es decir, que, como se dice coloquialmente,  'te lo has currao'. Hablando de mí, por ejemplo, te diré que, como a tantos y tantos españoles, me enseñaron en el colegio que la Guinea española era un país pequeñito, allá por el golfo del mismo nombre y que consistía en la isla de Fernando Poo, capital Santa Isabel, y en el continente, Rio Muni, con Bata como capital. Y punto final. Gracias a tu libro hemos aprendido mucho más; no solo desde el punto de vista de los colonizadores, sino, lo más importante quizá, desde el punto de vista de los colonizados. Un detallado retrato de la vida en una colonia.
Llegados a este punto, alguien puede pensar, ¿pero no me habían dicho que es una novela de amor? Pues claro que lo es, entre otras cosas. Uno de los montañeses de nuestro Pirineo cruza una línea prohibida y se enamora perdidamente de una nativa. Es una historia de amor en la que hay emoción, intriga, alegría, tristeza, pasión, odio, desesperación... Un secreto guardado durante treinta años y... hasta aquí puedo leer. Sé de varias personas próximas a mí que afirman que engancha, que atrapa, que cuando se termina, aún quieren más.

Luz, gracias por tu excelente novela, que ya te ha colocado en línea con tan buenos escritores aragoneses como tenemos  y ¡esperamos ya la siguiente!


PREMIO BÚHO A LA LIBRERÍA PARIS, DE ZARAGOZA

Por Fernando Gracia



  Los aficionados a los libros sentimos un raro placer cada vez que entramos en una librería. Podría decirse que es algo así como el que sentíamos cuando éramos niños y nuestra madre nos llevaba a una pastelería. Por un momento sopábamos que todo aquello que se exhibía estaba a nuestra disposición. Ni siquiera nos daba por pensar que su excesiva ingesta nos podrá dañar.



    En una librería senos abre un abanico de posibilidades que nos puede llegar a abrumar. Tristemente nos damos cuenta de  que no vamos a tener vida suficiente como para abarcar todo lo que allí se nos ofrece. Pero aún así dedicamos unos minutos a elegir entre aquella oferta y mitigamos en la medida de lo posible nuestra sed.



    Nuestra ciudad cuenta con un buen número de librerías que van sorteando con dedicación y entusiasmo las duras circunstancias que nos atenazan. Esta Asociación premia de vez en cuando la actividad de algunas de ellas, en la creencia de que por muy buena intención que tengamos, siempre van a quedar algunas sin reconocer sus  méritos. Pero así es la vida.



     En esta edición hemos querido reconocer y premiar como se merece el que una de nuestras más conocidas librerías, LA PARÍS, como así se la conoce, haya alcanzado la más que notable cifra de cincuenta años abriendo sus puertas en Fernando el Católico.



      Fue allá por agosto de 1963 cuando un emprendedor –palabra ahora tan en boga− José Muñío se instaló en un pequeño local casi esquina a la calle Cavia y se puso a vender libros. No era tarea tan fácil en aquella España de bajos índices de lectura, aunque bien mirado, también de una España donde quedaba tanto por hacer, y eso le gusta mucho a los vendedores de raza.



      Y el bueno de José lo era, y su proyecto fraguó. Y pronto el local se le hizo pequeño y se trasladó unos metros más arriba, al número 24. A título de curiosidad añadiré que su lugar pasó a ser utilizado por los hermanos Sánchez Millán para montar su Foto Estudio Tempo. Años más tarde uno de ellos, el llorado Alberto perteneció a nuestra Asociación, llegando incluso a colaborar con el Grupo Juglarías. Vaya aquí nuestro cariñoso recuerdo.



      Para entonces el laborioso José ya iba contando con la ayuda –el trabajo, cabría decir mejor- de sus hijos. Los años fueron pasando y Pablo, César y Esther se convirtieron con el tiempo en algo más que unos colaboradores. Haciendo bueno el dicho de que “el oficio se aprende trabajando”, llegaron a ser lo que su padre era y seguramente quería para ellos, unos libreros en el más amplio sentido de la palabra.



       El negocio fue agrandándose. Esther trabajo consigo a su marido, Ignacio, se contrataron más trabajadores, y en este capítulo permitan que incluya un inciso de orden personal.



        Quien suscribe entró en contacto con la Libería París por la vía de la amistad. Y no me refiero a la de algunos de sus propietarios, sino al hecho de que uno de mis amigos, Alfredo, fue fichado por D. José Muñío para hacerse cargo sobre todo del apartado de papelería, en base a la experiencia que mi amigo había acumulado trabajando desde muy chico en otro clásico de la antigua Zaragoza, en Casa Sabater.



        Alfredo fue mi vía d entrada a ser cliente de la casa, y así hasta ahora. Aunque mi amigo pasó a mejor vida hace un tiempo –entiéndase bien, se jubiló− he seguido y espero seguir mientras tenga aliento, como cliente de la librería. Muchos años de tratar con ellos han hecho que no sean solamente quienes me expenden libros, sino quienes me aconsejan con frecuencia sobre su lectura.



       Debo decir en honor de la verdad que salvo alguna honrosa excepción, nada que me han propuesto Pablo o César, los más habituales en este proceder, me ha decepcionado. Y es que esa es o debe ser una de las funciones del buen librero, y me consta que tanto ellos como el resto de trabajadores vienen haciéndolo con su clientela de forma muy efectiva.



       En estos años de trato he visto como no se han limitado a ser una tienda más, sino que en ocasiones su local ha sido lugar de presentaciones, acostumbran a hacer visitas a pueblos donde montan sus particulares fiestas del libro, en una doble vertiente entre filantrópica y comercial; y se han involucrado en el tejido entre cultural y de negocio de nuestra ciudad, a través de iniciativas y asociaciones. Hasta no hace mucho tiempo el propio César presidió la de Libreros, y más de una vez le he visto en la mesa presidencial acompañando a autoridades en actos relacionados con los libros.



      En tiempo de crisis, y perdonen por no obviar la maldita palabra, reina y señora de nuestros medios informativos, la sola pervivencia de un negocio como este, que sin dejar de serlo es también un referente necesario para la cultural local, ya es un motivo de esperanza.



       Quienes amamos los libros seguimos necesitando que existan lugares como estos, donde sin dejar de pensar que es un negocio y no una ONG, sigan tratando así de bien a su clientela, dándoles a entender que no están comprando solo un producto sino que se están ayudando a sí mismos, porque un libro, o mejor, muchos libros no pueden hacer más que bien.



       Aquella idea que tuvo hace cincuenta años un señor ha seguido viviendo gracias a la semilla que plantó en un doble sentido, en el físico y en el espiritual. Esta Asociación ha estimado que el asunto merecía su reconocimiento, y así lo expresa otorgándole uno de sus Premios Búho, en la esperanza de que ese animal que tanto se fija siga observándole durante los muchos años de vida que le quedan para bien de la cultura zaragozana. 




PREMIO BÚHO 2013

EMILIO QUINTANILLA BUEY
por José Mª SERRANO





         No es aragonés de nacimiento, pero cierto día, no hace tantos años, pasó por aquí y se quedó entre nosotros, y nosotros le acogimos, por lo cual, según sus propias palabras, se considera aragonés.

       

        Emilio Quintanilla es un hombre culto, amable en el trato, correcto en sus modales, responsable de sus actos,  y  trabajador nato, pues a pesar de que atrás ha quedado ya su vida profesional, continúa dedicándose  a la encomiable tarea de la creación literaria. No tardamos en enterarnos de que Emilio escribía poemas, y al escucharlos nos dimos cuenta de que su poesía era de la más alta calidad. Por lo tanto, este hecho no podía ser casual, fruto únicamente de cierta inspiración o facilidad intuitiva. No cabía duda de que Quintanilla había dado largos paseos por las floridas  avenidas de la poesía española, desde sus albores, hasta nuestros días, deteniéndose reposadamente en sus poetas favoritos, como Jorge Manrique, en los excelsos vates del Siglo de Oro,  Garcilaso, fray Luis de León o San Juan de la Cruz, y desde luego, en los perfectos sonetistas Góngora y Quevedo, que tan hondamente calaron en él. Sin duda, el soneto es el rey de todos los géneros poéticos clásicos, que ha sabido mantenerse vivo y vigoroso hasta hoy, y sigue siendo practicado por todo poeta que se precie. Como no podía ser de otra manera, esta composición destaca entre la copiosa producción poética, de Emilio, elaborándolo  con mimo y extraordinaria maestría.

       

        Es Emilio Quintanilla paradigma del poeta que utiliza al menos los cuatro elementos indispensables que la buena poesía debe contener: inspiración, belleza, sentido y sentimiento. Una vez unidos estos ingredientes, lo cual por desgracia, no es habitual en nuestro tiempo, el éxito está garantizado, tanto si se riman y miden los versos, como si no. Pero además, la persona que presento proviene de una familia de grandes poetas, que llevan su apellido, por lo que estoy seguro de que él está encantado de seguir la tradición familiar.



        Me referiré brevemente a algunos de los importantes premios conseguidos por Emilio Quintanilla, todos otorgados en el presente siglo, pues se incorporó más bien de forma tardía al panorama literario. Son tantos sus galardones que no sería posible enumerarlos todos en el escaso espacio y tiempo de que dispongo. Casi dos distinciones anuales de media, provenientes de todo lo ancho y largo de la geografía nacional: Sevilla, Luis Cernuda; Madrid, Vicente Aleixandre; Ciudad de Alcalá de Enares ; Flor Natural Amantes de Teruel; Málaga, Manuel Alcántara; Ciudad de Jerez; Zaragoza, Santa Isabel de Portugal, etc.    

        Algunos de sus poemas han sido musicalizados.

       

        Sin embargo, todo lo anteriormente indicado, aun siendo mucho, no es todo. Emilio es también un buen prosista. Destacan sus obras de ciencia-ficción, cuentos, ensayos, novela breve, y novela histórica. Deseo referirme, con la debida brevedad, a su última obra, la novela histórica Marozia, nombre que corresponde a una noble romana, que junto con su madre, disfrutaron de un gran poder en Roma, en los oscuros años del siglo X, cuyos hechos narra el autor con respeto, fidelidad a la historia y erudición. Nuevamente podemos hablar aquí de premios, entre otros: Premio Junta de Extremadura; Premio Alberto Magno; Premio Villa de Benasque y Premio  Ciudad de Valeria.



        Una increíble capacidad de trabajo permite a Quintanilla sacar tiempo (él sabrá cómo) para dedicarse además a otras actividades: Da charlas amenizadas con medios audiovisuales que él mismo prepara, colabora en diversas revistas  y pertenece a varias Juntas Directivas, generalmente relacionadas con el mundo literario.



        Ahí  continúa, trabajando, creando, en plenas facultades físicas y mentales, a pesar de haber cumplido algunos años, no muchos, dispuesto a seguir cosechando nuevos premios y a sorprendernos con más obras de calidad.



        La Junta Directiva de La Asociación Aragonesa de Amigos del Libro ha considerado que Emilio Quintanilla Buey es merecedor de uno de sus premios Búho, por lo que unánimemente se lo ha otorgado. 

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 JULIA ESCORIHUELA MARTÍNEZ  (Bibliotecaria de Aliaga)

por José Mª HERNÁNDEZ DE LA TORRE




   “Valle retorcido”, o sea, Aliaga, llamaron los moros a un insólito paraje de la Sierra Ibérica, en la zona meridional de la actual comarca turolense de las Cuencas Mineras que se funde con el Maestrazgo. Una atormentada orografía de plegamientos, fallas y anticlinales, que en remotas conmociones telúricas configuraron el territorio bravío, hendido por el Guadalope en profundos cañones y hoces inverosímiles, donde se instaló la comunidad humana que responde al topónimo de Aliaga. Al resguardo de una muy erguida cresta de roca caliza que rodean los ocho orgullosos torreones circulares del castillo de los caballeros sanjuanistas -reducto, mucho después, de resistencia carlista-, el pueblo mantiene hoy el encanto de su caserío, añorando la explotación carbonífera y la producción  termoenergética que le dieron unas cuantas décadas de prosperidad económica en  el siglo XX. Ecoturismo y recursos agrarios de montaña son ahora las principales fuentes de vida de los cuatrocientos habitantes de esta singular localidad, que también aspiran a alguna suerte de reindustrialización generadora de empleo.

   Una pequeña pero nutrida biblioteca municipal sostiene el pulso cultural de Aliaga y su contorno, regida por la vocación insobornable de una mujer. Julia Escorihuela Martínez lo viene haciendo desde 1989, cuando su diploma de Formación Profesional en la rama Administrativa le permitió acceder, mediante convocatoria pública, al puesto de bibliotecaria... el mismo que ocupaba años atrás, cuando ella tenía once, la que le negó el préstamo de unos libros de cuentos para el fin de semana, por ser la niña masovera. Tras aquella primera desoladora visita, que provocó su llanto infantil de perplejidad y desconsuelo, no volvió nunca, hasta que pudo hacerlo, como en poético desquite, para posesionarse de la función, con el claro designio de facilitar a todos, chicos y grandes, sin humillantes discriminaciones, el acceso al tesoro de la lectura.

    Que inestimable tesoro es y fue siempre para esta masovera. Julia nació y creció, efectivamente, en una masía -mas o masada-, una de aquellas casas de labor del hábitat rural disperso bajoaragonés, cuya forma de vida, dura y aislada, pero hermosa de sabiduría ancestral, es ya poco más que recuerdo de un pasado reciente. Desde los cinco años caminó diariamente más de una hora, por las trochas del monte, para acudir a la escuela; y en ese yunque precoz se forjaron, sin duda, el tesón de su carácter y su pasión por los libros, a la vez que el contacto continuo con el aire serrano la impregnaba de un conocimiento de la naturaleza tan íntimo que es comunión y amor, y que de adulta la implica en todas las causas de la defensa medioambiental, con el consabido riesgo de incomprensiones y aun abiertas hostilidades en su mismo entorno.

     Y de esa naturaleza de tan singular composición tectónica hace Julia un grandioso libro abierto. No sólo compagina, sino que combina armoniosamente su tarea bibliotecaria con la de gerente del Parque Geológico de Aliaga, acaso el más importante de Europa. Para ello, adquirió y tuvo que demostrar la rigurosa  capacitación científica y técnica que la habilita como guía de grupos de investigadores y estudiantes por las varias rutas que atraviesan aquellos relieves colosales, donde pueden observarse, estrato por estrato, las sucesivas fases de la historia geomorfológica de nuestro planeta desde hace doscientos millones de años. A la vez que la recopilación sistemática de muestras de todas las variedades de minerales y de fósiles presentes en el terreno le sirve para mantener, en el Centro de Interpretación, junto con otros materiales didácticos, una sencilla y utilísima exposición, que viene a ser un complemento especializado de los conocimientos librescos ofrecidos en la biblioteca.

     A estas actividades se unen otras -charlas, presentaciones, coloquios, ciclos, jornadas, etc-, en una panoplia incesante de iniciativas culturales que ha llamado la atención admirativa de nuestro búho. Y que surge, seguramente, del espíritu masovero que conserva Julia, el que desde niña la impulsó a rebelarse contra la injusticia por el camino del esfuerzo formativo y la superación personal, a raíz de aquel desafortunado episodio de su infancia, que el director de cine Tom Fernández, con guión de Jaime Izquierdo y financiación del Ministerio de Medio Ambiente, relata en el cortometraje “Porque eres masovera” (en el que la propia Julia asume el papel de quien la humilló), que vamos a ver como colofón audiovisual de esta semblanza. Pero no sin recordar antes que por aliaga se conoce también la aulaga, una variedad de genista, ese indómito matorral silvestre que redime la aspereza defensiva de sus ramas espinosas con el radiante amarillo de sus flores.




CUENTOS JUNTO A LA LAGUNA
(ANA SOMOZA Y MARTA RIVERA)
Por José Luis de Arce


Hay un paraje en Aragón, a caballo entre las tierras frías de Teruel y Zaragoza y a unos  mil metros de altura, del que todo el mundo ha oído hablar: la laguna de Gallocanta, aunque pocos hayan sido los que han paseado sus ojos por esa llanura de líneas grises y verdosas, interrumpidas a veces por el color de plata de la cinta de agua que reposa tranquila, inmóvil y silenciosa y que conforma aquélla imagen de quienes otrora estudiábamos la geografía de España y supimos de que en aquél lugar, elevado y frío, existía un fenómeno endorréico único en Europa.

Supimos también, quizá años más tarde, que el sitio de Gallocanta era parada obligatoria para cientos de miles de aves que año tras año viajan del frío norte de Europa al cálido sur africano cuando se barrunta el invierno, allá por noviembre; y que meses más tarde, cuando aprietan los calores por el sur, esos miles de grullas vuelven a volar hacia el norte haciendo su ritual parada en el humedal aragonés, inundando su silencio proverbial con la algarabía y el alboroto de su inconfundible griterío alborozado.

Nos hemos acercado también a Gallocanta, cuyo contorno hemos vislumbrado perfectamente muchas veces desde el avión que sobrevuela la laguna en los vuelos de Zaragoza a Madrid, a conocer algo de su historia. Y nos salen al encuentro imágenes  de la cultura celta, toponimias inverosímiles, ceremonias druidas… evocaciones, en fin, que hacen de Gallocanta y su entorno un lugar verdaderamente mágico.

Berrueco es uno de los pueblecitos de unas pocas decenas de habitantes que conformarían ese anillo de pentápolis que se orlan alrededor de la laguna y que responden a esa estructura de la que hablan los estudios académicos que eran propios de la organización de la sociedad celta. Se basan nada menos que en los bronces de Contrebia Belaisca, Botorrita para nosotros,  ya que de sus misterios se desprende que la zona del Jiloca era una dependencia de esa lejana capitalidad atribuida a Botorrita. Sin entrar a discutir tan sesudas cuestiones profesorales, sí debo decir que el lugar de la laguna subyuga y seduce, te envuelve en una paz silenciosa y te invita verdaderamente al relax y a la desintoxicación.

Así lo vieron también Ana Somoza y Marta Rivera, que decidieron poner un hotelito, de esos que llaman con encanto, para ofrecer a los agobiados y estresados un centro de descanso en medio de ese paraje privilegiado de tranquilidad, paz y reposo. Desde el hotel Secaiza, a la salida de Berrueco según se va al pueblo de  Gallocanta, se contempla ese paisaje de que hablaba lleno de tonos amables, paralelos, lineales, tendidos apaciblemente a lo ancho del horizonte. Dominado siempre el paisaje por un silencio impresionante sólo interrumpido por el gorgeo de las aves que pueblan la llanura inmensa de la laguna.

Pero Ana y Marta quisieron ir más allá. El lugar, su embeleso, su historia, su ambiente mágico merecían algo más; merecían que la imaginación de los escritores, aficionados o profesionales, jóvenes o mayores, describieran con palabras cuanto de leyenda, de mágica evocación, de aventura o de poesía pudiera inspirarles ese paraje maravilloso y misterioso a la vez de la laguna; y decidieron crear un concurso de relatos, sencillo y modesto, pero enormemente motivador, con el nombre de “CUENTOS JUNTO A LA LAGUNA”.

Y así, hace ya nueve años, pusieron en marcha el concurso que convoca cada año a escritores de toda España. Consiguieron colaboraciones del propio ayuntamiento, de la Diputación, de la Comarca, de alguna empresa; pusieron su esfuerzo y su entusiasmo; atrajeron a la experiencia a la Asociación Aragonesa de Escritores, que de alguna forma patrocina el evento con su presencia; formaron un buen jurado en el que han intervenido gentes de las letras de Aragón, algunos socios de nuestra Asociación, como José Antonio Román, Ricardo Vázquez Prada, José Ángel Monteagudo… presididos todos ellos por ese activista cultural, escritor y literato, socio también de amigos del libro que es Francisco Javier Aguirre.

Cada año, como las grullas que descansan en la laguna en su largo viaje migratorio, este jurado vuelve a Berrueco, al hotelito que se convierte por unos días en el centro de ese milagro del concurso de cuentos. Cuentos que narran fantasías, peripecias y aventuras que tienen muchas veces la laguna como extenso telón de fondo y que proclaman por toda la geografía de España las bellezas singulares de este rincón aragonés animando a las gentes a que vengan a ver estos lugares y a gozar de su tranquilidad. Gran fiesta en Berrueco, esos días de la entrega de los premios; gran fiesta en el pueblo más pequeño de España que convoca un concurso literario.

Ana y Marta han emprendido algo más que una empresa hotelera; nada menos que una empresa literaria a la que han dedicado tesón, ilusión y esfuerzo. Divulgar la hermosura de su tierra, convocar a escribir sobre ella a todo aquél que tenga algo que decir nos ha parecido una tarea meritoria, encomiable y digna de ser reconocida entre las iniciativas literarias, lamentablemente tan escasas, que se dan por estos lares aragoneses.

Por eso este año hemos decidido premiar su iniciativa y reconocer sus desvelos e ilusiones. Por eso queremos entregarles uno de nuestros premios BUHO de este año.

Muchas gracias.


Zaragoza, 25 de abril de 2013. Acto de entrega de los Premios “Búho” en la Biblioteca de Aragón. Presentación realizada por José Luis de Arce.